- Año de Creación: 1958
- Ubicación: Edificio Dirección de Deportes, Ciudad Universitaria
- Junta Directiva
De la Polonia Comunista a la Venezuela de hoy dia
El año 2017 para Venezuela fue un año muy complicado en lo económico, lo social y lo político, afectando de alguna manera a cada uno de los venezolanos y sus organizaciones en todos los ámbitos; para el Centro Excursionista Universitario, quienes hacíamos vida en el club y quienes amamos la montaña, los retos y la aventura al aire libre, también nos iba afectando, pues aunque quisiéramos vivir por mucho tiempo en la montaña la realidad es que vivimos en ciudades y centros poblados donde se puede observar la aguda crisis, a su vez los recursos necesarios para ir a afrontar grandes retos se hacen difíciles de encontrar y adquirir, por lo que entre tanta crisis muchos optamos por emprender un camino incierto a otras tierras, en busca de bienestar, libertad y por supuesto oportunidades de enfrentarse a nuevos retos, decisión que también compartí y que para el momento que les traigo este relato ejecuté.
Irse del país genera una gran cantidad de emociones e incertidumbres, en las que no pienso ahondar en este relato, pero que fueron el catalizador de esta excursión que les cuento, entre ellas se encuentra la incertidumbre de cuándo se volverán a ver las montañas donde uno tanto camino y de las cuales tanto se aprendió, también vienen se recuerdan los objetivos pendientes y ante ese cúmulo de sensaciones solo faltan las condiciones y el momento determinado.
Estas condiciones parecen lejanas cuando todo el año transcurre entre enfrentar la crisis día a día y las responsabilidades del trabajo, la alimentación, entre otros y la preparación logística para un reto se hacen muy cuesta arriba, sin embargo ya cuando los planes para emigrar estaban trazados, aparecen amigos como Aníbal Pérez y Mauricio Somoza con ganas y disposición, uno se va obligando a crear las condiciones, emulando un poco al gran Jerzy Kukuczka, salvando siempre las distancias con el mítico alpinista, quien también tuvo que sortear grandes escollos para materializar sus proezas, desde la Polonia comunista de los años 70 y 80.
Aníbal Pérez miembro del CEU desde el 2013 y con buena experiencia en alta montaña sentía que el año le estaba truncando su objetivo de escalar el techo de Venezuela, además de tener planes similares para emigrar en unos meses más adelante, por su parte Mauricio Somoza miembro desde 2011 también con ganas de escapar de nuestras fronteras pero sin planes concretos, la crisis y dos lesiones de rodilla le habían truncado sus objetivos de hacer alta montaña en Venezuela y con un CEU mermado de miembros e instructores de experiencia, producto del mismo éxodo, sentía sus oportunidades cada vez más lejanas, a mi mientras tanto solo me faltaba una de las grandes cumbres de Venezuela por alcanzar: El pico Bonpland, 4to en elevación, con una delicada ascensión y hermano gemelo del Humboldt.
A esto se le añadieron las ganas de hacer un aporte al CEU en la víspera de su 60 aniversario de fundación, un CEU que hoy día se ha visto mermado en miembros, falto en generación de proyectos de envergadura y planteamiento de objetivos en la alta montaña, un CEU en donde, nos daba la impresión, se estaba dejando de hacer lo que hacían los miembros históricos del club: soñar e ir a las altas cumbres.
Rodando a Mérida en mí popular “China”
Decidimos que la fecha ideal era diciembre, ya con mi renuncia programada en mi trabajo y mi fecha de salida del país definida para Enero, teníamos pocos meses para la preparación y decidimos afrontarlo con más con la experiencia que con las virtudes físicas, los objetivos estaban bien marcados: El Bolívar y La Corona entera (Humboldt y Bonpland) con una travesía de glaciar como regalo para Mauricio en su deseo de tocar el hielo. La Logística fue un aspecto fundamental, conseguir la comida adecuada, deshidratar la comida (gracias a Aníbal y sus juguetes), conseguir el efectivo para el viaje fueron sendos viacrucis en un país convulsionado y con crisis, pero con la mente enfocada y las emociones a flor de piel fueron el combustible para esforzándonos y obtener los recursos.
Cercanos a viaje tuvimos que mover la fecha para un día después de lo planificado, por los diversos compromisos de cada uno de nosotros, llegando así al 20 de diciembre, también debimos cambiar y ajustar el medio de transporte, ya que la crisis ha afectado a las líneas de autobuses, lo cual nos aseguraba la ida pero no el regreso, así que optamos en irnos en “la China” mi vehículo particular, sin embargo eso también implicaba otros contratiempos pues el abastecimiento de combustible en el país está bastante precario y significaba que debíamos tener más efectivo para cualquier imprevisto y pagar por el lugar donde estaría el carro mientras estábamos en la sierra. Resueltos esos últimos detalles de logística emprendimos nuestro reto.
El 20 de diciembre salimos bien de madrugada en “la China”, Mauricio se había quedado en mi casa para poder salir temprano, buscamos a Aníbal, arreglamos las mochilas en la maleta y agarramos carretera. El traslado ocurrió sin mayor novedad salvo las colas ya advertidas para surtir combustible, a las 4:30 de la tarde arribamos a Tabay y luego de hacer últimas compras “a China” subió a buen ritmo hasta el Puesto de Guardaparques de la Mucuy, allí sacamos el permiso y cuadramos un sitio con el Guardaparques para estacionar a la China por los días que estuviéramos en la sierra, con su respectiva colaboración, montamos nuestro campamento en el área de camping y pudimos descansar del ajetreo de la carretera.
Ascenso rutinario de donde se extrañó la rutina
El día siguiente amaneció con bastante frío, nos dimos nuestro tiempo para recoger el campamento y arrancar la caminata, el trekking se desenvolvió a paso relajado, con mochilas pesadas y acostumbrando un cuerpo al que quizás le faltó algo de rutina de entrenamiento en los días previos. El dato curioso fue que Aníbal (el mayor del grupo) nos dijo que llevaría un paso lento y bastante relajado, 5 minutos después nos había sacado buena ventaja; al llegar a la Coromoto, casi al final de la tarde, montamos nuestro campamento y Aníbal nos confesaría que había estado haciendo en Caracas una certificación de cycling, lo que le brindó el entrenamiento que le permitió marcar un ritmo bastante rápido.
Luego de otra noche bastante tranquila y de buen tiempo caímos en cuenta que, gracias a algunos excursionistas que venían en sentido contrario, éramos los únicos que estaríamos los días siguientes por ese sector de la sierra, quizás por tratarse de las festividades decembrinas la Sierra era solo nuestra; y siempre estar tan solitario en la sierra nos causa cierto estupor, ya que somos un poco más conscientes de su grandeza y de lo vulnerables que somos ante ella. El ascenso a Laguna Verde transcurrió a mejor ritmo, ya más aclimatados, más acostumbrados al morral y más entusiasmados por el buen tiempo que nos estaba regalando la sierra. Nuestro itinerario estaba planteado sin días de descanso, al día siguiente al ascenso a La Verde deberíamos atacar el Bonpland y observar el estado del glaciar, sin embargo los últimos montañistas que vimos bajando de la sierra nos indicaron que la grieta del glaciar estaba sellada y las vistas del mismo nos motivaron a cambiar de itinerario, aprovechar el buen tiempo y atacar el Humboldt al día siguiente, lo discutimos entre las morrenas que se ubican a medio camino a la Verde, por lo que a partir de allí marcamos una marcha más constante para llegar temprano y contar con mayor tiempo de preparación y descanso.
Un doblete Inesperado
El día de ataque al Humboldt empezó, como de costumbre, bien de madrugada, logramos despertar a Mauricio (el más dormilón del grupo) a buena hora, fuimos superando los diferentes hitos del camino a muy buen paso, incluyendo los inclinados arenales. los cuales terminamos de ascender antes del amanecer. La sierra suele ser mucho más fría en verano que en invierno, así que buscamos mantenernos calientes mediante el paso rápido y constante aprovechando que nos sentíamos bien aclimatados, pero debimos bajar un poco el ritmo ya que una leve nubosidad nos estaba tapando la visual hacia el glaciar; yo aún no decidía por donde atacar, el deterioro constante del glaciar por el deshielo hace necesaria una previa evaluación para afrontar el hielo.
A penas nos amaneció ya teníamos parte del hielo a la vista, el glaciar tenía una larga y desafiante lengua de hielo muy bueno hacia el lado de Torre de Cóndor, sin embargo me decidí por hacer la variante de la noreste, el hielo se veía en excelentes condiciones y la inclinación es más apta para que Mauricio, el más pesado del grupo, diera sus primeros pasos con crampones y piolet, sin sacrificar el sentido de aventura y reto para traernos una grata experiencia.
Llegamos al glaciar con buen tiempo, buena luz y bastante frío, colocarnos los arneses y crampones llevó su tiempo ya que tiritamos por las bajas temperaturas, apenas Mauricio y Aníbal se quejaron del frio aprovechaba de decirles “¿Uds. no querían hacer alta?” y al menos agarramos calor con las risas. Tan pronto estuvimos listos iniciamos el ascenso por el hielo de la Corona, le di unas últimas indicaciones a Mauricio, note que tenía buenas bases de sus dos cursos fallidos de alta montaña y empecé a liderar la cordada, dejando a Aníbal al final de la misma como encargado del registro fílmico y fotográfico; la travesía fue tan emocionante como siempre, escuchar el crepitar del hielo bajo nuestros crampones parece siempre entrar en una sintonía melódica con mi respiración y los latidos del corazón, soplaba una ventisca que me obligó a colocarme el buff en la boca ya que en ocasiones trague pequeñas partículas de hielo con las bocanadas de aire y se me resecaba la garganta.
La cordada se movió con gran agilidad, Aníbal y yo siempre estuvimos pendiente de Mauricio, aunque el “gran oso” supo agarrar rápido el ritmo y copiar muy bien la técnica de mi cramponeo, ya llegando a la barriga se nos atravesaron par de depresiones en el hielo, quizás escondiendo una grieta, así que nos obligamos a hacer movimientos en travesía para sortearlas; ya al llegar a la ante cumbre del Humboldt y final del glaciar pudimos obtener unas tomas bañadas de brillantes rayos solares, nos quitamos los implementos de hielo y charlamos un poco sobre lo que acabamos de disfrutar, la nubosidad quedaba ya por debajo de nuestra cota de altitud, así que luego de un rápido aperitivo subimos por el afloramiento rocoso a la cumbre del Humboldt para disfrutar de la vista, llegando a la misma Aníbal y yo hicimos un especie de pasillo para dar la bienvenida a Mauricio, habíamos alcanzado el primero de los objetivos planteados, el Humboldt con una bellísima travesía glaciar y la vista nos lo recompensaba.
En plena cumbre del Humboldt Aníbal y yo observábamos con detenimiento la cumbre del Bonpland, su pico gemelo, casi sin decir palabras sabíamos lo que queríamos y Mauricio rompió el silencio diciendo que entendía lo que estábamos pensando, teníamos un excelente tiempo, estábamos a buena hora, teníamos un entusiasmo tan alto como la cumbre donde estábamos, ya habíamos cambiado el itinerario y nos salió bien así que lo decidimos: No queríamos volver a subir los arenales de cresta del perro al siguiente día, queríamos tener un día de descanso antes de afrontar la travesía hacia el campamento de Timoncitos y sobre todas las cosas ¡queríamos el Bonpland!
Bajamos de la cumbre, guardamos los implementos de hielo en las mochilas y emprendimos el camino hacia el otro lado del glaciar, donde se notaba con mayor dramatismo el deterioro del mismo, por lo que evitamos el hielo y caminamos un poco más cercanos a la cresta rocosa que une las dos cumbres, aún desde allí el Bonpland parecía lejos y sabíamos que debíamos evitar la cresta hasta pasar una ventana que hacía un corte en la misma y luego remontar desde allí hacia la cumbre, de esta última remontada si teníamos pocas referencias bien detalladas, por lo que suponíamos que luego de la ventana debíamos pasar a la otra vertiente ya que en la que nos ubicabamos se alzaba una impresionante pared que parecía infranqueable. Al alejarnos del glaciar identificamos dos ventanas en la cresta, en la primera al pasar a la otra vertiente de nuevo aparecía ante nosotros una pared con arenales vertiginosos que iban a parar un largo precipicio, intente desde la ventana escalar en libre hacia la arista de la cresta, mis compañeros me observaron un poco tensos y al darme cuenta que no era factible bajé destrepando y en fue en el descenso que noté lo delicado de los pasos y entendí las caras de ellos; desde allí nos dirigimos a la 2da ventana, donde igualmente cambiamos de vertiente y la pared se notaba igual de infranqueable, Aníbal y yo nos observamos el uno al otro tratando de darnos ideas, ya que esta era última ventana y desde este punto se alzaban sendas paredes por ambas caras del Bonpland, no queríamos botar el pegue, pensé que esta podría ser mi última visita a la sierra en mucho tiempo y quería darme de regalo esa cumbre.
Al igual que en la primera ventana decidí montarme nuevamente en la cresta, escale de nuevo en libre hacia la arista, luego de algunos pasos algo técnicos pero seguros me pose sobre la arista y observe varios mojones (hitos de roca) y la cresta se veía bastante ancha, lo que la hacía bastante segura de transitar a pesar de las rocas sueltas, típicas de la sierra merideña, llame a los muchachos para que subieran, Aníbal me alcanzo y me dijo que Mauricio había decidido no seguir y adelantarse en el descenso, entonces empezamos el camino cresteando y salvando algunos pasos bastante técnicos pero a un ritmo muy constante, desde la venta la cumbre se veía bastante cerca, pero rápidamente nos dimos cuenta que lo que parecía la cumbre era un picacho secundario en la cresta, sin amilanarse seguimos adelante al mismo ritmo y en menos de lo que creímos estábamos ante una placa conmemorativa al científico Aimé Bonpland, estábamos muy jubilosos en la 4ta cumbre más alta de la sierra y de Venezuela, habíamos alcanzado las dos cumbres principales del macizo de la Corona en un mismo día, en un excelente tiempo, luego de una linda travesía glaciar, sabíamos que no podíamos botar el pegue y la constancia rindió sus frutos.
Cuando el descenso también es un reto
Bajar de la cumbre fue sencillo hasta la ventana donde iniciamos la escalada, habíamos decidido bajar por la ruta de muralla roja, esta ruta fue la vía normal al Humboldt cuando la extensión del glaciar de la corona cubría todas esas morrenas, a partir del retroceso muchas reseñas nos decían que era una ruta delicada, alcanzamos a Mauricio y teníamos a la vista la famosa laguna de los hielitos, que nos daba la idea de hasta donde cubría el antiguo glaciar, la misma estaba rodeada de sendos precipicios y morrenas lisas, comúnmente conocida como lomos de ballena.
Mauricio nos estaba esperando en uno de los lomos de ballena, ninguno de los 3 conocía la ruta, salvo el hecho de que debíamos terminar en la Laguna el Suero, avanzamos juntos tratando de entender el descenso, sin embargo nos dimos cuenta los bastante delicado que era, pues los lomos de ballena siempre terminaban en una pendiente que se transformaba en vertical y suponían caídas de unos cuantos metros, lo que pensamos que sería rápido fue lo más delicado del día, cada uno de nosotros buscaba como descender al siguiente lomo evitando una pared, en uno de esos puntos Mauricio tomó un camino más cercano a las laderas del pico Sucre, a mí no me parecía tan factible por acercarse mucho a la dicha cumbre secundaria, por lo que suponía más un camino de ataque, busque con Aníbal otra vía de descenso y Mauricio se nos perdió de vista en la vasta morrena. Luego de descender unos metros nos preocupamos por Mauricio hasta que notamos que había bajado mucho más que nosotros, desde ese momento Aníbal busco apurar más el paso, por lo que también se alejó, yo por mi parte trataba de ser más prudente, evitando sectores mojados que pudieran generar un resbalón, ya que estábamos muy cerca del cauce del deshielo del glaciar, sin embargo poco a poco pude seguir sus pasos, hasta reunirme de nuevo con él en la Laguna el Suero.
Aníbal llevaba bastante tiempo esperando y al encontrarnos me dijo que no sabía nada de Mauricio, supusimos que estaría en el campamento, por lo que luego de una comida de marcha empezamos el descenso a Laguna Verde, al acercarnos al campamento nos encontramos con Mauricio remontando el camino ya que también se había preocupado por nuestra tardanza y por lo complicado de la bajada, que luego de un buen rato paso a ser una buena experiencia luego de dos grandes objetivos alcanzados, recargando los ánimos para lo que nos faltaba.
Cuando la recompensa es la sonrisa de tus compañeros
El día después de las cumbres en La Corona nos lo tomamos para descansar, organizar campamento, equipos y hacer algunas grabaciones para un material audiovisual que estaba preparando Mauricio para el 60 aniversario del CEU, a la siguiente mañana luego de recargadas las energías recogimos el campamento e iniciamos el trayecto hacia el campo base del Bolívar: Timoncitos. El reto del día supusimos sería alcanzar el alto de Txumahoma luego del complicado arenal con rocas sueltas, sin embargo antes de afrontarlo nos detuvimos en la Laguna el Suero, observamos con detenimiento y ascendimos a un paso bastante fluido a pesar ir cargados.
Luego del alto, iniciamos el trekking de altura entre los gigantes de la sierra, conocido como La Gran Travesía, el buen tiempo nos ayudó con la orientación, los verdaderos escollos del día fueron los humedales cercanos al sector de la Charca, los cuales estaban bastantes cargados de agua a pesar del verano. Aníbal aprovechó este punto de la Travesía, para darle un avistamiento a la Concha, una de las cumbres que tenía pendiente por hacer. Al final de la tarde logramos alcanzar el campamento, a diferencia de la Verde, Albornoz (sector del antiguo refugio) tenía algunas carpas de dos grupos que ese día habían atacado el Bolívar, aprovechamos de compartir impresiones y entre conversación caímos en cuenta de que habíamos pasado nochebuena en la sierra y nos pretendíamos dar otro buen regalo de Navidad.
El día de ataque decidimos darnos nuestro tiempo, a pesar de levantarnos temprano salimos tarde, ya que la pared del Bolívar está bastante cerca del campamento, en principio teníamos pensado atacar de madrugada y bajar para recoger campamento e irnos a Pico Espejo, pero decidimos tomarnos el tiempo de alcanzar la cumbre y definir las actividades de la ciudad, al bajar desde la Cumbre. Iniciamos casi a las 8 de la mañana, la sierra nos regalaba unas vistas espléndidas de la sierra nevada, en poco tiempo alcanzamos las escaleras, este tramo decidí abrirlo casi en libre para agilizar, ya una vez superado si me dedique a ir colocando seguros intermedios en cada largo, Mauricio iba de 2do de cordada y en varias de las reuniones me asistió asegurando a Aníbal quien escalaba a muy buen ritmo a pesar de no ser su fuerte.
En los tramos iniciales de la canaleta de Roca Táchira nos alcanzó un grupo que iba en libre totalmente, prácticamente sin cuerdas, eran bomberos y rescatistas de la sierra, fueron quizás el único punto negativo del viaje ya que nos increparon pidiendo credenciales y permisos de muy mala manera, por suerte todo lo teníamos en regla y yo les indiqué que era guía de la AVIGM, aunque no era mi intención hacer alarde se resolvió rápida la situación, ellos siguieron adelante y nosotros continuamos nuestra escalada con calma, superamos con buen tiempo la Roca Táchira, muy pendientes del desprendimiento de rocas ya que ahora teníamos un grupo por arriba, sin embargo como ellos iban libre fueron más rápidos y estando en Roca Táchira los escuchamos gritar desde la cumbre, luego nos volvimos a cruzar cuando estábamos en el Diamante, a partir de allí estábamos de nuevo solos en la pared del Bolívar, la escalada hacia la Ventana y el paso de Balcón también fluyeron con naturalidad, en el paso de la Chimenea hacia el plateau de la cumbre decidí colocar más seguros de los acostumbrados, quizás un poco sugestionado por las noticias de un accidente fatal en ese sector apenas unos meses antes.
Una vez todos en la reunión final de la reunión solo nos quedaban unos breves pasos a la cumbre, siempre alcanzar el techo de la Venezuela, genera un cúmulo de sentimientos y emociones que van ligados a la circunstancias y al momento, a pesar de haber estado allí en varias ocasiones en esta oportunidad mi satisfacción fue poder apartarme del camino justo antes de la cumbre y darle el honor a mis compañeros llegar primero y por primera vez, para ellos, al punto más alto de Venezuela, ver sus sonrisas de primerizos, verlos dar el tradicional cocotazo al busto de Bolívar y luego entender que habíamos hecho el trabajo que teníamos planteado de forma eficiente e impecable, transmitiendo a su vez el mensaje de perseverancia y mantener vivos los sueños que deseábamos transmitir con esta excursión al CEU en su 60 aniversario. Alcanzadas las cumbres más emblemáticas de la sierra de alguna manera suponía para nosotros conmemorar lo que hacían los miembros históricos del club, a pesar de las circunstancias, de la crisis país, de las vicisitudes para la preparación allí estábamos, materializando los deseos y los objetivos, entendiendo a su vez que lo importante no es subir si no el cómo.
El día de ataque decidimos darnos nuestro tiempo, a pesar de levantarnos temprano salimos tarde, ya que la pared del Bolívar está bastante cerca del campamento, en principio teníamos pensado atacar de madrugada y bajar para recoger campamento e irnos a Pico Espejo, pero decidimos tomarnos el tiempo de alcanzar la cumbre y definir las actividades de la ciudad, al bajar desde la Cumbre. Iniciamos casi a las 8 de la mañana, la sierra nos regalaba unas vistas espléndidas de la sierra nevada, en poco tiempo alcanzamos las escaleras, este tramo decidí abrirlo casi en libre para agilizar, ya una vez superado si me dedique a ir colocando seguros intermedios en cada largo, Mauricio iba de 2do de cordada y en varias de las reuniones me asistió asegurando a Aníbal quien escalaba a muy buen ritmo a pesar de no ser su fuerte.
En los tramos iniciales de la canaleta de Roca Táchira nos alcanzó un grupo que iba en libre totalmente, prácticamente sin cuerdas, eran bomberos y rescatistas de la sierra, fueron quizás el único punto negativo del viaje ya que nos increparon pidiendo credenciales y permisos de muy mala manera, por suerte todo lo teníamos en regla y yo les indiqué que era guía de la AVIGM, aunque no era mi intención hacer alarde se resolvió rápida la situación, ellos siguieron adelante y nosotros continuamos nuestra escalada con calma, superamos con buen tiempo la Roca Táchira, muy pendientes del desprendimiento de rocas ya que ahora teníamos un grupo por arriba, sin embargo como ellos iban libre fueron más rápidos y estando en Roca Táchira los escuchamos gritar desde la cumbre, luego nos volvimos a cruzar cuando estábamos en el Diamante, a partir de allí estábamos de nuevo solos en la pared del Bolívar, la escalada hacia la Ventana y el paso de Balcón también fluyeron con naturalidad, en el paso de la Chimenea hacia el plateau de la cumbre decidí colocar más seguros de los acostumbrados, quizás un poco sugestionado por las noticias de un accidente fatal en ese sector apenas unos meses antes.
Una vez todos en la reunión final de la reunión solo nos quedaban unos breves pasos a la cumbre, siempre alcanzar el techo de la Venezuela, genera un cúmulo de sentimientos y emociones que van ligados a la circunstancias y al momento, a pesar de haber estado allí en varias ocasiones en esta oportunidad mi satisfacción fue poder apartarme del camino justo antes de la cumbre y darle el honor a mis compañeros llegar primero y por primera vez, para ellos, al punto más alto de Venezuela, ver sus sonrisas de primerizos, verlos dar el tradicional cocotazo al busto de Bolívar y luego entender que habíamos hecho el trabajo que teníamos planteado de forma eficiente e impecable, transmitiendo a su vez el mensaje de perseverancia y mantener vivos los sueños que deseábamos transmitir con esta excursión al CEU en su 60 aniversario. Alcanzadas las cumbres más emblemáticas de la sierra de alguna manera suponía para nosotros conmemorar lo que hacían los miembros históricos del club, a pesar de las circunstancias, de la crisis país, de las vicisitudes para la preparación allí estábamos, materializando los deseos y los objetivos, entendiendo a su vez que lo importante no es subir si no el cómo.
El “hasta pronto” a la Sierra
Bajamos de la cumbre del Bolívar a través de los clásicos rappeles por la misma vía, a pesar de que usamos solo una cuerda y de haber iniciado el día un poco tarde, llegamos al campamento antes del ocaso, desde la cumbre habíamos logrado llamar a Aitor Muñoz y Marisol León, miembros del CEU y nuestros contactos de emergencia para avisarles que todo iba a la perfección, ellos estaban en Mérida y logramos coordinar la posada para pernoctar al regreso y planificar el día siguiente.
Al día siguiente salimos bastante temprano pues debíamos bajar en Teleférico, llegar a Mérida e irnos a Tabay a buscar a “La China” y volver a de nuevo Mérida, así que recogimos el campamento y empezamos el ascenso a la estación de Pico Espejo, es un camino relativamente corto pero la sierra como que decidió despedirse con una abundante nubosidad que contrastaba con los despejados días anteriores, por algunos pasos me desoriente hasta que vi algunos grupos de montañistas que venían de la estación y pudimos divisar bien la ruta a la Cloaca (sector por el que se accede a la estación) y arribar a ella sin inconvenientes, escalamos y llegamos a la estación donde muchos turistas querían tomarse fotos con nosotros cuál atracción turística, era contradictorio volver a la civilización, escuchar gente pero a la vez tener ese sentimiento de no saber cuándo volver a caminar por la sierra como tantas veces lo hice con el CEU y de forma independiente.
Bajando en el teleférico llego a mi mente cada experiencia en la sierra, todo lo que ella nos ha enseñado, ser responsables con el entorno natural, con los compañeros, con uno mismo y a la vez disfrutar y amar lo que se hace, sentirse vivo en cada escalada y mantener el foco para hacer las cosas de la forma correcta con ética y seguridad, ver a la gran maestra la Sierra Nevada y darle un hasta luego, transformando la nostalgia en deseos de seguir enarbolando la bandera del CEU en otras cumbres del mundo, estoy seguro de haber lanzado un beso a la sierra antes de abordar el último funicular, para llegar a Mérida y encontrarnos con más de esos amigos que nos brinda la montaña, Aitor y Marisol, para compartir y celebrar las vivencias con unas tradicionales Pizzas entre nosotros.
Hasta pronto Sierra Nevada espero alguna vez volver a respirar tu delgado aire, hasta pronto CEU siempre llevare tu emblema por las cumbres que se vengan de aquí en adelante, y simplemente ¡gracias totales! por haberme dado tanto en esta etapa de mi vida, por lo aprendido, por las vivencias.
Por Iván Marcano