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Convit: Investigación, Nación y Medicina

12/05/2014 11:20 Age: 10 años
By: Fran Calviño Fotos: Andrew Álvarez DIC/UCV

El Dr. Jacinto Convit murió a la edad de cien años. Desde UCV Noticias rendimos un homenaje a este venezolano ejemplar, a quien pudimos entrevistar en el año 2005 para la edición N° 1 de la Revista Visión Ucevista. A continuación se presenta la entrevista

 

Frank Calviño

Uno de los médicos venezolanos más importantes en cuanto a investigación se refiere, el Dr. Jacinto Convit, nos otorga la oportunidad de entablar una franca y amena conversación. Matizada por las anécdotas que moldearon su carácter, y guiada siempre por sus férreas convicciones morales y éticas, Convit, nos define una forma de entender al médico, que destaca no sólo por su calidad humana, sino también por su compromiso integral con la atención y la investigación. Entre las historias que nos revela, su mirada generalmente seria y académica (efecto quizás de tener los ojos tan acostumbrados al preciso lente del microscopio) se torna por momentos un poco melancólica, sobre todo cuando recuerda las experiencias vividas en la leprosería de Cabo Blanco. Por un lado, leyenda viva que descubrió la vacuna de la Lepra y le cambió la cara al sufrimiento de muchos, por el otro, heraldo de una cruzada en pro del desarrollo de la investigación en Venezuela.  Jacinto Convit, el hombre, el estadista, el pensador, el humanista, pero sobre todo el médico, nos recibe entre un pila de papeles producto de sus imparables esfuerzos por la Medicina, y un par de portalibros con la figura de dos armadillos en bronce. Y lo hace con toda la cortesía, el respeto y la esperanza de aquella Venezuela en vías de desarrollo…

 

Atando el Cabo Blanco…

La principal batalla que libró el Dr. Convit, fue, más que con la enfermedad en sí misma, con la concepción social que de esta se tenía. Una población sumida en un grave problema de analfabetismo, y la inestabilidad de aquellos primeros años de democracia, representaron un verdadero conflicto a la hora de hacer comprender la importancia tanto del trato humano del paciente como del científico de la afección. Hombres encadenados, arrastrados fuera de sus hogares por los organismos regionales y nacionales, y transportados en bodegas de camiones y barcos (uno en particular, El Cisne, goleta que venía del oriente), eran la imagen que, en aquel entonces, se tenía de los pacientes con lepra. Su destino eran unas instalaciones caducas, construidas durante el gobierno de Castro, sobrecargadas y en las que, como nos contará Convit, “había graves problemas de descuido”. Entre la necesidad de encontrar una cura para la enfermedad, y la obligación de atender los problemas psicológicos y hasta espirituales que tenían los pacientes, Convit y su equipo logran desarrollar un tratamiento eficaz contra la lepra, y más adelante una vacuna, todo ello gracias a sus estudios en Cabo Blanco.

 

- En esa época, la Venezuela de los años treinta, existían muchas enfermedades endémicas que afectaban a la población. Algunas de ellas tan o más terribles que la lepra. Pero sin embargo usted se avoca, casi de manera exclusiva, al estudio de ésta última ¿por qué?

- A mí me impresionó, profundamente, cuando visité la leprosería de Cabo Blanco, especialmente la condición de los enfermos. Porque allí había un grave problema de descuido, (por más que se había hecho un esfuerzo) y fue esta ausencia de acción médica, en todos sus sentidos, lo que más me impactó. En el sentido que está vinculado a la atención, al tratamiento de la enfermedad como tal, pero también en el sentido humano, de dar un refuerzo moral y establecer un contacto estrecho con el paciente. Si el médico no establece una relación con su paciente, el tratamiento es incompleto, muy incompleto, eso lo pude constatar en Cabo Blanco. Allí teníamos 1200 pacientes ¿sabe? y casi todos eran del interior, traídos a la fuerza por una cosa terrible que se llamaba el “aislamiento compulsor legal”. Había una ley, del Código Civil, que decía que quién tenía lepra debía de ser sometido a un aislamiento a la fuerza. Eso significaba que traían al paciente del interior en un camión, o en una goleta, o en alguna otra clase de barco, a un sitio donde bueno… no tenía muchas esperanzas. Esa impresión fue tan fuerte, que indudablemente me inclinó a estudiar la enfermedad, porque pensé que había una oportunidad de hacer algo por esas personas que estaban sin atención.

 

- ¿Cuáles eran las esperanzas para un paciente de lepra en aquel entonces?

- ¡Cero!, estaban allí hasta que se morían. El primer médico que hizo una labor clínica fue el Dr. Martín Vegas, que era profesor de la Universidad. Él trajo, por amistad personal con el Dr. Ignacio Baldó, el primer tratamiento con aceite de chalmugra, un producto de las Filipinas. La idea era que se calentaba ese aceite y se inyectaba al paciente (y esto se hacía sin saber si en verdad estaba funcionando) porque honestamente… parecía que aquello no mejoraba. En ese entonces el conocimiento que se tenía del tratamiento era poquísimo y las condiciones no eran buenas. No sólo por las instalaciones, sino también porque mucha gente que trabajó en esa leprosería era gente que iba a especular. Recuerdo que el primer director era un señor que cobraba, por atención del paciente, cinco bolívares mensuales. Allí había una cantidad de personas, como las que uno ve en la televisión, que ofrecían curas milagrosas. Como dicen ahora curar el cáncer con “una técnica moderna”, y cosas así.

 

-  ¿Eran como curanderos?    

- Sí, y unos curanderos que se hacían ricos con la gente, además. Y que están preparados para hacer su papel de curanderos, porque ellos eran médicos. ¡Médicos y estaban metidos allí, engañando a la gente! A mí me parece que algo tan grave como es engañar a la gente, exige pues, que les retiren su diploma.

 

- ¿Cómo fue la labor realizada en Cabo Blanco? Específicamente ¿qué diferenció su trabajo de las experiencias médicas previas en el tratamiento de la lepra?

- Lo primero que hicimos fue terminar con el aislamiento compulsor legal. El que era llevado por el aislamiento compulsor era doble victima, de la enfermedad y de la influencia de los prejuicios de la sociedad. Al compulsado lo excluían, a algunos los traían encadenados y custodiados. Eran tratados como criminales, unas pobres personas que lo único que habían hecho era quedar enfermas de lepra. El leproso era arrancado de su familia, y lanzado en un lugar terrible. Cabo Blanco era un sitio triste, extremadamente triste… esto sucedía porque, los aspectos éticos-sociales estaban muy poco desarrollados. Así que nuestra primera lucha fue por conseguir una forma de tratar la enfermedad, de verdad tratarla, una forma de curar al paciente.

 

¿Nuestra primera lucha? Estamos hablando de un equipo Doctor, ¿verdad?

- Si por supuesto. Fue gracias a un grupo de estudiantes de la Universidad Central que se avocaron a trabajar con nosotros allá, y a la ayuda de una doctora Polaca (para los estudios químicos)  que pudimos montar un par de laboratorios, y con los conocimientos que íbamos obteniendo sobre la enfermedad, comenzamos a probar medicamentos. El primero en dar resultados fue uno muy poco usado que era el producto de la Sulfona el Diodifenilsulfona (DDS) Para nosotros fue increíble, porque conseguimos un medicamento que sí era efectivo. La DDS era un bactericida que actuaba sobre el bacilo de lepra, y de verdad mejoraba al paciente. En poco tiempo empezó a cambiar la cara de Cabo Blanco. Nosotros la producíamos, para eso importábamos de Suiza la materia prima. La primera vez importamos cien kilos de sulfona y conseguimos la maquinaria para producir las pastillas. Fuimos pioneros en la experiencia de la investigación y utilización de la DDS. Con esto ya no era necesario recluir al paciente, lo cual era beneficioso, sobre todo para el estado psicológico del enfermo.

 

- Hablando de eso, ¿cómo se enfrentaba el médico a la situación sentimental del paciente? ¿de que manera se puede tratar con una enfermedad que ofrecía tan pocas oportunidades de mejoría al afectado?

- Bueno, lo primero fue que en Cabo Blanco tuve la oportunidad de conocer las características de los pacientes, de ver a qué aspiraban. Porque en una leprosería de esas uno no ve solamente enfermedades sino seres humanos que están sufriendo esta enfermedad, y eso le enseña mucho al médico. A veces uno se encontraba con la situación de que estaba condicionado, prácticamente empujado, a realizar múltiples cosas para tratar con los problemas sentimentales de los enfermos, cómo el qué significaba la religión para ellos, por ejemplo. Y entonces uno tenía que ser, no solamente su médico, sino su amigo y su compañero. Yo allí hice hasta de sacerdote, ¡si de sacerdote!. Porque una vez, al sacerdote que estaba en Cabo Blanco, le llegó una pobre viejita (paciente) que le pidió le dedicase la misa a su hermano, y el quiso cobrarle, porque para dedicar una misa se pagaba un dinero. Al enterarme fui hasta donde se encontraba el sacerdote y le dije “¿Padre usted le va cobrar la misa?” y el me respondió: “No, yo cobro la intención” ¡Increíble pues!.

 

- Sobre la vacuna de la lepra existen, hoy en día, múltiples estudios, pero me gustaría conocer, en sus palabras, una breve explicación de cómo se desarrolló ésta y cuál o cuáles fueron los mayores inconvenientes…

La vacuna se obtuvo mediante la inoculación de los armadillos. En realidad es un modelo que se desarrollo aquí, y que está conformado por dos componentes, uno es el Mycobacterium Leprae, y el otro componente era como un potenciador, el BCG. De manera que, por inmunidad cruzada, por la suma de los dos, se producía la inmunidad en el paciente. Pero surgió un problema (porque el bacilo de la lepra siempre a tenido un grave problema) que no se puede reproducir en el laboratorio, por eso necesitábamos infectar a los armadillos. Pero claro, cada animal nos costaba 2.500 $ anuales de mantenimiento y tardaba dos años en enfermar para producir las bacterias. Era una cosa compleja. Tuvimos que aprender a reproducirlos en cautiverio y a cuidarlos de manera apropiada. En un punto los animales comenzaron a producir una dosis de vacunas más baja de lo que habíamos previsto inicialmente, porque cada armadillo estaba pensado para dar un número más o menos determinado de dosis. Así que cuando comenzaron a producir menos Mycobacterium Leprae, estuvimos en grave peligro de no poder continuar con la vacuna, por los altos costos.

 

Humanistas o Científicos… pero al final, Doctores

Quizás la cercanía con esa Venezuela de las luces que llegó a representar la generación del 28, en un momento determinado de la historia de nuestra nación, pudiese explicar el profundo sentido humanista y social que el Dr. Convit le otorga a una ciencia presentada en épocas recientes, como tecnificada y mecanizada. La medicina integral, que busca sanar el alma y el cuerpo, se convierte para Convit, en un elemento imprescindible dentro de la labor profesional del galeno. Y no duda en aseverarlo al decir con convicción casi religiosa “La amistad con el paciente que usted trata, es fundamental”

 

- Desde la perspectiva que le otorga ahora el tiempo, ¿cómo ve usted la instrucción médica?

Yo creo que uno de los defectos graves que tiene la enseñanza en el sector médico es que no se ve como una carrera humanista. Y se debe ver así, porque no sólo tratas con humanos, sino porque requiere una formación humanística, que es la formación de una persona que conoce medicina, pero también conoce otras cosas. Tienes que conocer la Ciencia, no sólo la médica, sino la física, la química, la biología, pero también el cómo se hace una crítica, un análisis de una situación relacionada con la enfermedad que sufre el paciente. La amistad con el paciente, es fundamental. Pero esa amistad se gana es con una actitud ética. Porque no hay nada más importante para el médico que el paciente sienta que usted tiene coraje para hacer las cosas, que usted lo mira a los ojos, que le da la mano para saludarlo, que de verdad quiere que se mejore. Y todas esas condiciones hacen que se cree una relación que es verdaderamente amplia y muy constructiva. De manera que, el médico venezolano, tiene que formarse para pensar en estas cosas, porque muchas veces las universidades siguen una vía que sólo va a lo académico. Por eso es que yo veo con preocupación que la gente que llega aquí, los estudiantes que salen e inmediatamente hacen su postgrado en dermatología, un 60% o  70% de ellos, aproximadamente, se dedican a la clínica privada. Es  decir, haciendo algo que, indudablemente, yo no creo que sea la finalidad de un médico. Yo creo que el médico tiene otra finalidad. Y entonces en ese sentido, cuando vienen conmigo los muchachos que están estudiando en los últimos años, yo aprovecho pues, para decirles estas cosas.

 - Dos cosas doctor, por un lado entiendo que plantearía usted una reforma de la instrucción médica. Y por el otro ¿no ha ejercido usted jamás la medicina privada?

- No, no me refiero a que vamos a transformar la medicina, pero si creo que este es un componente valioso (el componente humano) porque solamente al médico le otorga una capacidad extraordinaria para intervenir en muchísimos aspecto, en muchos. Yo estuve catorce años en Cabo Blanco, primero como médico residente y luego como residente director, y durante ese tiempo vi como los aspectos éticos-sociales estaban muy poco desarrollados. Por eso es que yo creo que el médico debe de tener una formación profundamente humanista. Y en cuanto a la medicina privada, yo en principio jamás la he ejercido, por más que creo tengo dotes. Porque yo me entiendo bien con la gente, bueno, con la que viene aquí, no sé si con la que no viene aquí será igual, (contesta riendo).

- Ahora que estamos hablando sobre la formación profesional del médico ¿realizó usted alguna especialización?

- No, la verdad yo nunca hice un postgrado. Hice algunos estudios en el exterior, pero nunca postgrado. A mí lo que más me interesaba eran las enfermedades de la piel, porque había visto la lepra en Cabo Blanco y luego, me había ido allí como residente. Todo está condicionado a Cabo Blanco, todo. Yo conocía al director para esas fechas el Dr. Carlos Gil Yépez, el era un cardiólogo, amigo mío, al que le simpatizaba mucho, y fue gracias a él que yo fui a la leprosería.

 Investigación, Academia y… Nación

La experiencia del Dr. Convit en cuanto a materia de investigación se refiere, es de las más valiosas que tenemos en nuestra nación. Sus trabajos han logrado reconocimiento dentro y fuera de nuestras fronteras, y su larga lucha por recaudar fondos y preparar proyectos ha sentado precedentes que no podemos obviar a la hora de tocar el tema de la investigación en Venezuela. Por ese motivo, este último fragmento se lo hemos dedicado a una visión de nación, a una Venezuela a futuro, pero también a una academia, a una universidad, y sobre todo, a una investigación que, Convit considera, parte fundamental del progreso del país.

- Supongo que a lo largo de sus investigaciones debió de encontrar un serie de dificultades. Sin embargo existe una que tiende a repetirse cada vez que se lleva el tema de la investigación a la palestra, y esa no es otra sino la referente al apoyo económico, por lo tanto ¿Encontró usted muchas complicaciones para desarrollar su labor como investigador aquí en Venezuela, faltó apoyo económico?

- Bueno yo creo que esa es una de las cosas que se arguyen, que no hay dinero, que no hay apoyo, pero yo creo que lo que hay es que trabajar. A usted no le van a llevar en bandeja de plata lo que necesita para investigar. Aquí hay un grupo de gente que lo que está es sencillamente quejándose, a ellos yo les preguntaría ¿han pensado bien, han hecho un esfuerzo grande como para hacer un proyecto atractivo? ¡Tiene que hacerlo! Porque si no, no van a conseguir los reales, ¡no van a conseguir los reales! Por ejemplo, hay un grupo de la Universidad Central con el que me alegra muchísimo trabajar, y con el que nos ganamos un premio relativamente grande, hace dos años, que es el Milenium, por un proyecto de Desarrollo de Centros Excelencias, y con ese dinero (2.000.000 $) logramos hacer una cantidad de cosas. ¿Por qué? Porque presentamos un proyecto atractivo. Sin embargo, yo si creo que existen una serie de obstáculos para la investigación, sin duda alguna, sobre todo en el área de la salida de las investigaciones, de dar a conocer los productos de las investigaciones. Por ejemplo uno de los principales problemas es el que se presenta con la investigación científica. La sociedad no tiene un concepto claro de que un país sin investigación científica le falta, por lo menos, una pierna.

- ¿Y esa concepción de la sociedad siempre ha sido así?

- Sí, eso ha sido siempre, siempre. Hay organizaciones que ayudan a las investigaciones, pero esa noción de conjunto en la sociedad de que “si no hay investigación, no hay progreso” no existe. Aquí el concepto de progreso está, al parecer, como basado en otras cosas. Yo no digo que otras cosas no influyan en el progreso del país, pero una de las principales es la investigación. Otra cosa es que, como te decía, muchos investigadores esperan que les salga el dinero de una forma casi espontánea,¡no!. El dinero hay que lucharlo, y la lucha tiene que apoyarse en las instituciones que están favoreciendo la investigación, por ejemplo el FONACIT. Y también sucede que las universidades no tiene un programa, fuerte, sólido, y son las universidades las que más deben perseguir la investigación

- ¿Por qué cree usted que se da ese fenómeno, por qué la universidad no se avoca a la investigación?

- La universidad no se avoca a la investigación porque se ha avocado a otras cosas…

- ¿Cómo cuales?

- Por ejemplo hay mucha política. La universidad no es un patio político, y aquí lo ha sido siempre, ¡lo ha sido siempre!. Y antes se esperaba que los estudiantes reaccionaran ante cualquier situación política, ¡sí, y eso es una locura, una locura!. La universidad no es un patio político y no puede serlo. La universidad es un sitio de formación, y de formación no de técnica, sino de ciudadano, porque los ciudadanos se forman en la universidad. Vienen ya con cierto grado de formación del bachillerato y del elemental, pero la universidad le da el toque al ciudadano.

Para finalizar, un tema que le es eterno a la universidad, sobre todo a nuestra Casa de Estudios, la UCV. ¿Qué opina usted de la autonomía?

- Yo creo que la autonomía de las ideas es incuestionable, pero también que no solamente el Estado, sino inclusive las instituciones privadas, tienen que tener conocimiento de lo que se hace con los dineros de la universidad. La autonomía de las ideas, no es discutible. Pero otra cosa es el control del dinero, e indudablemente es importante tener en cuenta que existen sectores dentro de la universidad que tienen cierto malestar en cuanto a la administración se refiere, y en eso hay que estar bien claros. Creo que debemos hacer más bien, un llamado a auditorias, y ella debe ser independiente.

BIBLIOGRAFÍA

La obra bibliográfica del Dr. Convit es tan extensa como lo es su lucha en los diferentes campos de la investigación, y eso no es decir poco. Por ese motivo, de un total de 285 publicaciones científicas, nos hemos tenido que contentar con mostrarle a usted tan sólo siete de ellas. Siete que por lo demás fueron elegidas más por un proceso de azar, que jerárquico, pues la importancia de los trabajos del Dr. Convit es igual de relevante en todos los campos a los que se dedicó, quizás en parte por esa pasión que, como el bien nos dijo, le impulsaba a “hacer las cosas bien”:

 

(El número corresponde al orden de publicación del trabajo en referencia a la totalidad de la obra del Dr. Convit)

* 1)    El mal de Hansen. Algunas nociones que el público debe  conocer sobre la lepra. J. Convit. Semana de la Lepra 1940 pp 49-54.

 

* 31) Tratamiento de la lepra con sulfonas. J. Convit, J.A. Medina, P. Lapenta y E. Bloumenfeld.  Mem de las II  Jornadas Venezolanas de Venereología, Dermatología y Lepra. Edit Bellas Artes, pp 391-412, Caracas, 1955.

 

* 121) Cross reactivity of Mycobacterium Leprae BCG. A report on further studies. Int J. Of Lep. 40: 4-9, 1972.

 

* 192) The development of an active vaccine against leprosy. J. Convit, H. Monzón, M.E. Pinardi Act. Cient. Venez. 30: 491-493, 1979

 

 216) Cutaneous leishmaniasis in mice: Resistant to glucan immunotherapy, either alone or combine with chemotherapy. J. Convit, F. Biondo, J.L Ávila, H. Monzón. Am. J. Trop. Med and Hyg. 31: 53-56, 1982.

 

* 278) Inmunotherapy of leishmaniasis. J. Convit, A.J. Rondón. Dermatology: Progress and Perspectives. Edit. W.H.C Burgdorf.  pp 413-414. 1993.

 

* 285) Desarrollo de Inmunoterapia de la Leishmaniasis Cutánea Americana en el Instituto de Biomedicina. J. Convit. M. Ulrich, P.L. Castellanos, M. Castés, M.E. Pinardi, H. De Lima, O. Zerpa, N. Hernández, A. Herz. Gaceta Médica de Caracas 1996 EN PRENSA.     

 

Biografía

Nacido el 11 de septiembre de 1913 en la parroquia de La Pastora (Caracas), Convit se enfrenta en sus años mozos a un panorama en sombras. Una nación sumida en la más férrea dictadura, que gastaba hasta el 60% del presupuesto en “mantenimiento del régimen”, subdesarrollada y con un grave índice de analfabetismo; la Venezuela gomescista era una patria azotada por plagas de enfermedades endémicas, y que apenas ofrecía una esperanza de vida que no llegaba a los treinta años. En ese ambiente se cría el joven Jacinto, su padre Francisco Convit, inmigrante de origen catalán, se desempeña en labores de comerciante y contador público, y su madre Flora García Marrero es la encargada del hogar. Ambos levantan, no sin complicaciones, una familia de cinco muchachos, Miguel Angel, Reinaldo, René y Rafael, son los nombres de los cuatro hermanos de Jacinto. Sus inicios académicos se remontan al Instituto San Pablo, donde completó la instrucción primaria, para luego desarrollar sus estudios secundarios en el Liceo Andrés Bello, bajo la privilegiada tutela de los para entonces profesores de esta institución don Rómulo Gallegos y don Pedro Arnal.

 

El 24 de septiembre de 1931 recibe Convit, el certificado de suficiencia de instrucción secundaria, a la edad de 18 años. Los resultados de la prueba son preludio de sus futuros estudios; 20 puntos prueba escrita, 20 puntos prueba práctica, 20 puntos prueba oral, total: 20 puntos y una mención sobre saliente. Impulsado por esto, y apenas al día siguiente, entrega Jacinto, una carta al rector de la Universidad Central de Venezuela, solicitando en ella su inscripción en el curso preparatorio para Medicina, la cual se le concede y se inscribe el 19 de septiembre de 1932. A partir de allí sus estudios médicos estarán marcados por altas calificaciones y profundas convicciones de labor social. Trabaja en el Puesto del Socorro, como médico interno y con el fin de perfeccionar sus habilidades en la práctica. Es en este lugar donde conocería a su futura esposa Rafaela Marotta D’Onofrio con la que engendraría cuatro hijos: Francisco (1948) Oscar (1949) y Antonio y Rafael que son gemelos (1952). Todos ellos realizaron sus estudios en Estados Unidos, dos en Economía y dos en Medicina, siguiendo el ejemplo paterno. Luego de graduarse se establecería en la leprosería de Cabo Blanco, gracias a una amistad personal con el director para aquel entonces el Dr. Carlos Gil Yépez. Allí desarrollaría una labor ininterrumpida a lo largo de 14 años. Primero como residente, y luego como residente director. Es desde aquí que Convit realizará sus investigaciones sobre la lepra, y en conjunto con distintos equipos multidisciplinarios, presentará al mundo sus avances en la utilización de DDS como método para tratar la enfermedad, y posteriormente, la vacuna de la misma. Su trayectoria está plagada de éxitos profesionales; a partir de 1947 (cuando publica su primer trabajo) Convit ha recibido, hasta la fecha, El Premio Nacional de Investigaciones José María Vargas (1957), la Medalla de Miembro de la Orden de Damián otorgada por la Asociación Brasilera de Protección de los Leprosos (1957), La Orden del Libertador en el grado de Comendador (1961) y fue electo presidente de la International Leprosy Association (Londres 1968), además de haber sido postulado en 1983 como candidato al Premio Nobel de Medicina, son sólo algunos de los múltiples y distinguidos reconocimientos que ha obtenido. Con un total de más de 285 publicaciones científicas en medios impresos, así como una decena de presentaciones audiovisuales, el Dr. Jacinto Convit, ostenta el cargo de director del Instituto de Biomedicina, en el cual continua trabajando  en diversas investigaciones, muchas en el campo casi desconocido de la leishmaniasis  desde su oficina en las inmediaciones del Hospital Vargas, convirtiéndose así en uno de los más constantes y admirables ejemplos de dedicación, mística de trabajo y ganas de (como nos dijo más de una vez) “hacer las cosas bien”.


CIUDAD UNIVERSITARIA DE CARACAS
"PATRIMONIO MUNDIAL" (UNESCO, 2000)

"La mejor garantía de conservación de los monumentos y de las obras de arte viene del afecto y respeto del pueblo, y ese respeto asienta sus bases en la educación y en el fomento de su conocimiento". (Carta de Atenas, 1931)