"Te voy a dar un dato"

 
 
Por Hernán Jansen

 

Había una vez una hermosa ciudad, llena de árboles, esculturas de renombrados artistas nacionales e internacionales, famosa por sus hermosas nubes (las de Calder) recordadas por quienes visitan su Aula Magna, con un raro y hermoso reloj encargado de aligerar el tiempo de los miles de estudiantes, el chichero, el Orfeón, la piscina y las instalaciones deportivas, son parte de la historia de esa Ciudad Universitaria.

 

Allí, hace muchos años llegó un joven de apariencia serena y contextura delgada a recorrer las instalaciones deportivas en la planta baja de la Dirección de Deportes, y se encontró con una disciplina cuya vestimenta y manera de entrenar le llamó poderosamente la atención; y desde ese día junto a sus compañeros de faena, observaban los entrenamientos de Judo dirigidos por el encargado de la Sala: el Sensei Manolo García.

 

Uno de esos días apostó con uno de sus compañeros que él podía vencer a uno de aquellos practicantes, pero lo dijo tan fuerte y decidido que uno de los judokas más avanzados le escuchó, por lo que le tomó la palabra y le consiguieron un traje. La apuesta se había transformado en su primera victoria en el Dojo de la U.C.V.

 

Víctor Julio Urbina Ortega había comenzado el camino, el de convertirse en un gran atleta y en mejor persona. Llegó a dominar las categorías infantiles, juveniles, y en adulto merecidamente representó al país en diversas justas internacionales.

 

Asume por completo el "Camino de la Suavidad", y con su trabajo incesante inculcó en cada uno de sus alumnos y en aquellos que viajaron en selecciones donde él estuvo al frente, el significado de conceptos como honestidad, respeto, justicia y amistad, como bases para la formación integral de un individuo. Se esforzó sobre manera en hacer entender la importancia de llevar un paralelismo entre actividad académica y actividad deportiva, pues éstas siempre habían sido características de quienes se dedican a la práctica del Judo, resaltando así la necesidad del "juego limpio", apartado de engaños e injusticias.

 

***

 

Había una vez un niño, quien llegó a la Universidad Central de Venezuela, para emprender un camino, hacerlo de la mejor manera y enseñar a muchos sus conocimientos y vivencias.

 

Había una vez un amigo a quien recordaré por las muchas horas que juntos pisamos lo que consideramos el mejor Dojo; por aquellos combates que libramos en la búsqueda de los primeros puestos, por la alegría de formar parte de la primera delegación que visitó la meca del Judo: Japón, y que durante cuarenta y cinco días se prepararon para los Juegos Centroamericanos y del Caribe que se realizarían en Medellín, donde se alzó con la medalla de Bronce. En ese viaje por tierras asiáticas recibió clases de Kata del Maestro Abe, quien en ese momento coordinaba la enseñanza del Kata en el Kodokan.

 

Recordaré a ese amigo cuando siendo parte de la única delegación venezolana de Judo que ha viajado en un avión Hercules de la Fuerza Aérea Venezolana para realizar un intercambio deportivo en la Isla de Guadalupe, disfrutaba de las anécdotas de ese viaje.

 

Quiero recordar a Víctor Urbina con la alegría en su rostro al relatar a sus alumnos el coraje, la autoridad y la belleza técnica que evidenció Natasha Hernández, cuando en 1984 se tituló Campeona Mundial. Y allí estaba el sensei Víctor con toda sabiduría, formando parte del equipo de entrenadores que asistió a nuestra única Campeona Mundial.

 

Me encargaré de contarle a los niños ucevistas de los próximos años, que en nuestra Sala había un Maestro que con la cinta blanca y roja en su cadera, estuvo a cargo de la preparación de los judokas que asistieron a los Juegos Olímpicos de 1992 y hasta ahora, los tres séptimos lugares alcanzados por esos tres judokas, se considera la mejor actuación de nuestro seleccionado en un evento de esa magnitud.

 

Haciendo justicia a su trabajo, me sentiré orgulloso de poder conversar con las nuevas generaciones de judokas y decirles que Víctor Urbina estuvo involucrado, en la preparación de las dos únicas judokas venezolanas que han disputado medalla en un Campeonato Mundial de nuestra disciplina.

 

Amigo lector, cuando usted vea en cualquier parte de nuestra geografía franelas con diseños publicitando lo que es el Judo, entonces recordará que nadie pudo hacerlo mejor que el Sensei Víctor Urbina.

 

"Lo que soy se lo debo al Judo y a la UCV", dijo en una oportunidad en una entrevista de un periódico de circulación nacional (Marzo 1977) . Como para reafirmar esas palabras contrajo nupcias con una excelente judoka ucevista Adriana González, profesional en el campo de la Odontología, además con estudios en motores diesel y una muy buena ejecutante de un instrumento musical: el Saxofón.

 

De esa unión nacieron dos pequeños Ken Alejandro y Valeria Alejandra.

 

Había una vez o más bien hay un compadre en mi recuerdo que al igual que Aquiles Nazoa "creyó en la amistad como el invento más grande del mundo".

 

Mientras el destino me lo permita, hablaré, escribiré de un amigo cuya preocupación por formar personas y a su vez mantener un alto rendimiento deportivo, era su norte en la preparación de los judokas.

 

Por todos estos años, cuentos, hechos y verdades, siempre estarás con nosotros.

CIUDAD UNIVERSITARIA DE CARACAS
"PATRIMONIO MUNDIAL" (UNESCO, 2000)

"La mejor garantía de conservación de los monumentos y de las obras de arte viene del afecto y respeto del pueblo, y ese respeto asienta sus bases en la educación y en el fomento de su conocimiento". (Carta de Atenas, 1931)