Hablar de Víctor Urbina

 
 
Por Natacha Hernández
 

Hablar de Víctor Urbina recordando que físicamente no está, es sumamente difícil, es un hecho que nos contacta con lo efímera que es la vida, quizás con lo injusta que es o por lo menos lo indescifrable. Sin embargo, recordar todos los momentos que vivimos es traerlo al presente, es estar con él nuevamente, es oírlo gritar: “ataca, ataca” o “secoya”, es sentir el bendito halón de oreja o verlo con lágrimas en los ojos cuando pasé a la final del Campeonato Mundial en Viena 1984 y compartir nuestro llanto cuando lo gané. Y eso es justamente lo que quiero hoy. No recordar que ya no está, es poder recordar que siempre estará allí y que sencillamente todo lo que veamos en el club de la UCV está ligado a él.

 

Tengo mucho tiempo lejos del Judo, tomé un camino diferente, sin embargo, en mi corazón siempre está presente todo lo que allí viví y no miento cuando digo que una de las personas que siempre estuvo acompañando esos momentos fue Víctor Urbina. En mi primer viaje con la Selección Nacional fue mi compañero de equipo, posteriormente estuvo a mi lado apoyando todos mis entrenamientos, siendo el uke perfecto, el rival perfecto, quien me llevaba al máximo de la exigencia, llegué a 1er. Dan con la mejor pareja del mundo, un kata extraordinario y una vez más Víctor presente. Fue testigo de mis tristezas, mis desesperaciones, mis rabias y mis alegrías, dándome siempre la misma sonrisa y el mismo halón de oreja. Y hoy en día sigo siendo testigo de su enseñanza y de su alcance a través de sus alumnos, y qué mejor ejemplo que José Miguel, quien ha puesto todo su esmero, su creatividad y su talento para seguir y preservar el nombre de su gran maestro. No puede haber mejor  tributo para un maestro  que sus discípulos perpetúen su nombre.

 

Seguramente, por lo incansable que es Víctor, estará entrenando con tantos otros judokas que también se fueron, porque definitivamente Víctor y el Judo estarán ligados por toda la eternidad.

CIUDAD UNIVERSITARIA DE CARACAS
"PATRIMONIO MUNDIAL" (UNESCO, 2000)

"La mejor garantía de conservación de los monumentos y de las obras de arte viene del afecto y respeto del pueblo, y ese respeto asienta sus bases en la educación y en el fomento de su conocimiento". (Carta de Atenas, 1931)