Recuerdos...

 
 
Por Eliscruz Salas
 

Escribir sobre el Sensei Víctor es algo complicado para mí. No por el hecho de que sea difícil, sino porque son tantos los recuerdos, que no es fácil ponerlos todos en orden.

 

Cuando fui a mi primer Campeonato Nacional tenía 8 años, imagínense hace cuánto de eso, ya voy a cumplir 30… (uy esas son cosas que no se dicen pero bueno, las arrugas también aparecen). La cita se realizó en Maturín, era mi primera experiencia competitiva dentro de un tatami. Como siempre e inolvidable, nos encontrábamos todos: Elvis, José Miguel, Kleyver, por supuesto Luis Herrera, que nos hacía perder peso (por lo menos en mi caso que siempre era seguido), Javier Sayago, Analy, Jesús Lárez, Wilmer, Héctor, Tomasito, Susej, Icnán... Quizá habrá nombres acá que muchos no conozcan, pero eran y seguirán siendo parte de nuestra familia. Porque aunque cada quien haya seguido su camino, crecimos junto, bajo un mismo patrón, una misma disciplina. Cada uno con su personalidad y sus costumbres, pero hermanos al fin.

 

En esa oportunidad nos acompañaban nuestros inseparables entrenadores: Luis Jiménez, Víctor Urbina y Winston Jansen. Faltaba sólo Carlitos Ruiz, a quien creo debemos mucho de las glorias que en su momento obtuvimos. Todos logramos llegar a las finales. Recuerdo el triunfo de Analy clarito, ella como siempre chiquitica pero echada pa´ lante. Cuando logró el oro alzó los brazos como si hubiese ganado un campeonato mundial. En cambio José (Castelli, para muchos), lloraba hasta porque lo felicitaran.

 

Cuando llegó mi momento, en el área de cocheo estaba  el Sensei Víctor. Competía con Nathalie Chacón, una chamita de Lara. Los recuerdos de ese momento son vagos, digo en lo que respecta a las acciones que realicé para ganar, pero  lo que sí viene a mi mente es aquel instante en que la inmovilicé y el Sensei Víctor al verme ganadora se le  “encaramó” encima a Winston, celebrando una medalla más. Experiencias como estas las vivimos muchas veces junto a él, ganando y perdiendo, aprendiendo el significado de la responsabilidad, de la disciplina, de la honradez, de la importancia que tiene una familia, un equipo.

 

Así fuimos creciendo junto a un hombre noble, lleno de alegría, un poco nostálgico, pero luchador. Algunos momentos en los que nos demostró su  sensibilidad sucedió por ejemplo cuando despidió a su amigo Marrazzo, quien se mudó a una ciudad norteamericana, o cuando también hizo lo mismo con Medina y Villapol, en el momento en que partían a Australia para que “Villa”, como él cariñosamente la llamaba, continuara sus estudios. Él siempre nos decía. “El hombre que es hombre… llora”.

 

Haría yo sola esta edición, si escribo las anécdotas vividas durante un cuarto de mi vida (desde los 8 hasta los 25 años) con el Sensei Víctor. Creo que esto sucedería no sólo en mi caso, sino en el de todos mis compañeros y amigos que sí lograron ver y conocer a este hombre, que difícilmente podrá ser sustituido. Por eso sólo me he limitado a escribir fragmentos breves de su paso por mi vida.

 

Le debemos, y me atrevo a hablar en plural, algo a Víctor Urbina?, pues les informo que sí, ya que él complementó la educación que de nuestros padres, en mi caso de mi madre, recibimos. Él, junto a Hernán Jansen, inculcó en nosotros grandes valores. No sólo de disciplina, sino de muchas otras cosas.

 

Convivir con Víctor Urbina ha sido una de las experiencias más valiosas de mi vida. Y en resumen sin hablar ni más ni menos, porque no habrá más espacio para el resto de mis compañeros, yo puedo decirles que mucho de lo que soy hoy en día se lo debo a este hombre, quien a través del Judo, me enseñó valores que hoy en día me han permitido llevar una vida sana y correcta. Todo esto dejando de lado mi locura natural, con la cual él también siempre lidió.

 

Al cumplirse un año más de la desaparición física de nuestro Sensei, puedo afirmarles que no podremos tocarlo, conversar o lanzarnos un combate de Ne-waza con él, pero dentro de cada uno de nuestros corazones, recuerdos y quehaceres diarios se encuentra presente.

 

Y culmino diciéndoles que el recuerdo de Víctor Urbina permanecerá hasta que cada uno de sus hijos (nosotros) ya no nos encontremos en este mundo terrenal.

CIUDAD UNIVERSITARIA DE CARACAS
"PATRIMONIO MUNDIAL" (UNESCO, 2000)

"La mejor garantía de conservación de los monumentos y de las obras de arte viene del afecto y respeto del pueblo, y ese respeto asienta sus bases en la educación y en el fomento de su conocimiento". (Carta de Atenas, 1931)